El cambio de ministro que se concretó esta semana es el puente más ortodoxo que podía ofrecer el Gobierno para llegar a diciembre 2023.


La falta de precisiones sobre cómo planea lograr estos objetivos no debería ser, en este momento, la vara principal para medir su primera intervención ya que hoy la clave pasa por evaluar si el nuevo ministro cuenta con el respaldo que no tuvieron Guzmán y Batakis para instrumentar, en el peor momento, el golpe de timón anunciado a la política económica.


En el plano fiscal, la dirección de los cambios anunciados es ambiciosa e incluye riesgos de ejecución altos. Aún siendo optimistas respecto de sus resultados, en el corto plazo es muy difícil asumir que no implique una renegociación de metas con el FMI.


En el plano cambiario y externo los desafíos no son menores, y es donde resulta más evidente que tendremos novedades en los próximos días. La posibilidad de un desdoblamiento cambiario de jure o de facto es en nuestra visión el escenario más probable.


El camino que eligió el Gobierno para llegar a diciembre 2023 es un puente que no contempla escalas, y a esta altura de los hechos, tampoco hay tiempo para atajos.